Aunque haya decidido empezar el año profesando una curiosa
libertad, las decisiones, muchas veces, no llegan a la par de los sentimientos.
Me propuse pensar menos y ahí se disparó en mi cabeza una nómina de sinsentidos
que hasta hoy no sabía que existían. Cuando se cree que en la vida ya queda
poco que a uno lo sorprenda, es cuando se presentan los absurdos y las
contradicciones.
Evaluando, entendiendo, la libertad conlleva este tipo de
cuestiones. Si uno se dispone a quedarse livianito y dejarse llevar por cuanto
sucede, también es libertad, libertad apasionada, y esto trae consecuencias, y
no asumirlas es asumirlas cobardemente, está claro. ¿Pero cómo es posible que
sea más sensato abrir el paraguas antes de que llueva? Nosotros no somos ni
siquiera de los que llevan paraguas.
Siempre estuve convencida de que uno no encuentra lo que no
está buscando, pero me sucede, cada vez con mayor frecuencia, que ya no
significa un pendiente importante saber por qué. Pasa lo que pasa, llega lo que
llega. Tomarlo, dejarlo, casi siempre da lo mismo. Eventualmente, sale la luna
otra vez y estamos nuevamente sumidos en la vulnerabilidad de las profundas
confesiones y después viene el “qué nos pasa” y el impulso, y el quedarse ahí
mismo, incluso cuando ya nos fuimos y no estamos seguros si estuvimos o no.
Para ser libre primero hay que desnudarse.
>> Luk <<