jueves, 27 de agosto de 2015

La libertad en cautiverio




Elijah era un niño libre. Respiraba la vida a través de los juegos en las veredas del Este de Detroit. Hace algún tiempo decidió que estaba listo para regalar una flor de su jardín a Jana. A lo largo de sus cortos tres años de vida, era la primera vez que palpaba lo que todos llaman amor y que de niño es tan puro y se conoce tan poco. Con ayuda de su madre, seleccionó la flor más bonita y la aprisionó en su bolsillo, mientras peinaba con los dedos su cabellera desprolija y apuntaba sus pies hacia el destino.
Elijah era un niño libre, es cierto, pero la realidad es que no llegó a juntar ninguna flor de su jardín. Muy tempranamente, le fue arrebatada la posibilidad de conocer alguna mujer llamada Jana y enamorarse y jugar a la vida. Murió por un disparo que sucedió accidentalmente por parte de otro niño de apenas once años, quien había tomado del placard de su padre un arma y salido a jugar con ella.
En Estados Unidos hay cada vez más niños que mueren a causa accidentes domésticos con armas de fuego. Niños que alguna vez fueron libres como Elijah e igual de libres como indica la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos: “A well regulated militia being necessary to the security of a free State, the right of the People to keep and bear arms shall not be infringed.”1
Cabe cuestionarse si esas víctimas efectivamente fueron tan libres como sus victimarios, quienes ejercieron sus derechos como buenos ciudadanos americanos y apostaron a la tenencia de un arma quizás para preservar el derecho a la vida o preparar a sus hijos para que se defiendan ante una eventual invasión de dinosaurios, como muestra una campaña publicitaria en Estados Unidos.2 y el triste final consistió en el ejercicio de una libertad en cautiverio, en la que no había otra salida sino la muerte misma, el destino obvio de una bala.
José Carlos Rodríguez, en su texto “Ética y moral de la libertad de armas” menciona que la posesión de un arma no predispone un uso ofensivo de la misma y se explaya acerca de su naturaleza doble: ofensiva y defensiva.3 Resulta
2
interesante evaluar este punto y preguntarse si existe en realidad un carácter defensivo ya que cualquier situación de uso de un arma termina en una ofensa.
Todo aspecto circundante en la argumentación a favor de la tenencia y/o posesión de armas resulta ambiguo y, en muchos casos, contradictorio. Partiendo desde una afirmación sencilla pero esencial en la cuestión, no es posible preservar la vida a través de la muerte. Sencillamente y, a la vista de cualquiera, no es posible dado el único uso efectivo del elemento en cuestión.
También es importante desmitificar  la creencia popular de que las armas hacen a un pueblo libre e igual. La igualdad se rige por la garantía de todos los ciudadanos a ejercer el derecho de ser hombres libres; pero ser hombres libres se convierte en un peligro cuando tiene que ver con la posibilidad de obtener un rifle con la única condición de abrir una cuenta en un banco (como se muestra en la película documental “Bowling For Columbine”).4  ¿Cómo se puede estar seguro de que un individuo cualquiera con un rifle en sus manos ejercerá su libertad responsablemente?
Rodríguez también expone que a mayor libertad de armas menor es el índice de delincuencia, pero cabe cuanto mínimo preguntarse si estos dos factores son relacionables y comparables y si realmente existe relación proporcional alguna entre ellos. En Japón, la legislación que respalda la tenencia y posesión de armas es altamente rigurosa y para acceder a un arma de fuego se debe atravesar un denso proceso que consta de asistencia a clases de tiro y obtención de licencias, entre otros pasos. Es decir, en Japón, es muy complicado el acceso a las armas. Sin embargo el número de crímenes avanza en forma decreciente desde hace once años.5
Las armas confieren status de poder, la posibilidad de estar al mando por poseer algo que otro no, colocándolo en una posición de inferioridad. Se trata de una dinámica de invasor e invadido, de represor y reprimido, en la que el discurso hegemónico está definido por aquel que tiene en sus manos la posibilidad de decidir sobre la muerte. Claro que, en este sentido, puede que suene un timbre conocido y es el de la cultura norteamericana, pero ese es otro tema. 

Luk.-

FUENTES
1-    Constitución de Estados Unidos, SEGUNDA ENMIENDA, Cornell University Law School.
3-    José Carlos Rodríguez, “Ética y moral de la libertad de armas”, Disponible en: http://www.liberalismo.org/articulo/130/53/etica/moral/libertad/armas/ fecha de consulta: 24/08/2015
4-    Bowling for columbine, cine documental, Michael Moore, año 2002.
5-    Disponible en: http://www.nippon.com/es/features/h00068/ fecha de consulta: 24/08/2015