"Un día del pasado mes de noviembre iba conduciendo por Madrid con mi
coche; era más o menos a la hora de comer y recuerdo que me dirigía a un
restaurante en donde había quedado con unos amigos. Era uno de esos
días típicos del invierno madrileño, fríos e intensamente luminosos, con
el aire limpio y escarchado y un cielo esmaltado de laca azul
brillante. Circulaba por Modesto Lafuente o alguna de las calles
paralelas, vías estrechas y con la obligación de ceder el paso en las
esquinas, por lo que no puedes ir a más de cuarenta o cincuenta
kilómetros por hora. Así, yendo despacio, pasé junto a un edificio
antiguo de dos o tres plantas en el que jamás me había fijado. Sobre la
puerta, unas letras metálicas decían: CENTRO DE SALUD MENTAL. Debía
pertenecer a algún organismo público, porque encima había un mástil
blanco con una bandera española que se agitaba al viento. Circulaba por
delante de ese lugar, en fin, cuando de pronto, sin yo pretenderlo ni
preverlo, una parte de mí se desgajó y entró en el edificio convertida
en un enfermo que venía a internarse. Y en un fulminante e intensísimo
instante ese otro yo lo vivió todo: subió, es decir, subí, los dos o
tres escalones de la entrada, con los ojos heridos por el resol de la
fachada y escuchando el furioso flamear de la bandera, sonoro, ominoso, y
aturdidor; y pasé al interior, con el corazón aterido porque sabía que
era para quedarme, dentro todo era penumbra repentina, y un silencio
algodonoso e irreal, y olor a lejía y naftalina, y un golpe de calor
insano en las mejillas. Esa pequeña proyección de mí misma se quedó
allí, en el Centro de Salud Mental, a mis espaldas, mientras yo seguía
con mi utilitario por la calle camino del almuerzo, pensando en
cualquier futilidad, tranquila e impasible tras ese espasmo de visión
angustiosa que resbaló sobre mí como una gota de agua. Pero eso sí,
ahora yo sé cómo es internarse en un centro psiquiátrico; ahora lo he
vivido, y si algún día tengo que describirlo en un libro, sabré hacerlo,
porque una parte de mí estuvo allí y quizá aún lo esté. Ser novelista
consiste exactamente en esto. No creo que pueda ser capaz de explicarlo
mejor."
Rosa Montero, "La Loca de la Casa"