Acto seguido, se manifiesta el lenguaje no verbal: arqueo de cejas (traducido en "ufff, ¿de qué (mierda) hablábamos?"), y uno comienza a recordar…
Sospecho que existe un extraño mecanismo que mueve a la memoria como se le da la gana. Se realiza un arduo trabajo mental para hallar aquello que se precisa en un determinado momento, y consiste en merodear por entre la nómina exageradamente extensa de palabras que se alojan en la mente. Este es un proceso complicado y, en el 97,3 % de los casos, vano. Sucede, sí, que uno puede tranquilamente seleccionar tres o cuatro últimos recuerdos potencialmente correctos como respuesta al “¿de qué hablábamos?”, pero casi nunca se obtiene el resultado único esperado.
Resulta curioso que el recuerdo que uno termina por elegir- no con total convencimiento- es siempre el anterior al que se busca. Digamos, el que está en el medio de la lengua, defecto de no haber podido lidiar con el de la punta.
Ojo, también puede ser que este volcando estas palabras en un intento de generalizar el síndrome de mala memoria y así neutralizar mi preocupación por andar teniendo que aceptar que mi memoria es pésima.
(Luk)