sábado, 27 de agosto de 2011

Al mejor estilo Möbius


“Hacia la nada vamos”, pensó, convencida de las ofertas inamovibles propias del destino y de las vagas declaraciones del horóscopo del día.
“Hacia la nada vamos”, repitió incansablemente.
Ya era, tal vez, una sumisión ante el escandaloso cambio de estación. Al fin y al cabo, todos y cada uno de los 23 inviernos habían sido conflictivos y procaces.
Después de cada intento de escaparse de la cinta, se hallaba a sí misma sentada en la misma silla, con las mismas medias y los mismos sujetos tácitos (“¿qué diferencia? Las mismas sombras para las mismas velas verdes.”). Pero, en el fondo, no le molestaba tanto volver siempre a lo mismo, a saltar del lunes al domingo casi sin advertir el susurro del reloj.
De vez en cuando tocaba la harmónica, donde invertía todas sus frustraciones resultantes de no haber podido aprender a tocar la guitarra. Algo triste, sí, pero dicen que de lo triste también nacen cosas lindas (dicen). Y después, casi siempre, estampaba algunas palabras contra la pared para no olvidarlas nunca.

[Luk]

jueves, 25 de agosto de 2011

Testamento De Miércoles- Mario Benedetti

Aclaro que éste no es un testamento
de esos que se usan como colofón de vida
es un testamento mucho más sencillo
tan solo para el fin de la jornada

o sea que lego para mañana jueves
las preocupaciones que me legara el martes
levemente alteradas por dos digestiones
las usuales noticias del cono sur
y la nube de mosquitos casi vampiros

lego mis catorce estornudos del mediodía
una carta a mi mujer en la que falta la posdata
el final de una novela que a duras penas leo
las siete sonrisas de cinco muchachas
ya que hubo una que me brindó tres
y el ceño fruncido de un señor
que no conozco ni aspiro a conocer

lego un colorido ajedrez moscovita
una computadora japonesa sin pilas
y la buena radio en que está sonando
el español grisáceo de la bibicí
ah la olivetti y el cepillo de dientes
no los lego porsiaca
lego tropos y metáforas de uso privado
que modestamente acuñe en la tarde
por ejemplo el astillero en que reparo mis sueños
el pájaro aleatorio que surge del crepúsculo
la cortina de lluvia que miro y no descorro
lego un remordimiento porque es aleccionante
y un poco de tristeza por que es inevitable
también mi soledad con la ilusión
de que el jueves resuelva no admitirla
y me sancione con presencias varias

lego los crujidos de mis viejas bisagras
también una tajada de mi sombra
no toda por que un hombre sin su sombra
no merece el respeto de la gente

lego el pescuezo recién lavado
como para un jueves de guillotina
una maceta con hierbabuena
y otra con un bionato que me hastía
ya que esta cargante convolvulácea
me está invadiendo el cuarto con sus hojas

lego los suburbios de una idea
un tríptico de espejos que me agrade
el mar allá al alcance de la mano
mis cóleras por orden alfabético
y un breve y curioso estado de ánimo
que todavía no se si es inocencia
o estupidez malsana
o alegría

sólo ahora lo advierto
en paredes y anaqueles y venas
en glándulas y techos y optimismos
me quedan tantas cosas por legar
que mejor las incluyo
en otro testamento
digamos el del viernes

... Ese percance de ser buena gente...


"A veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después
de la soledad."


(Mario B.)

miércoles, 24 de agosto de 2011

"Cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez."

[A. D.]

lunes, 22 de agosto de 2011

La borra del café que murió en la mañana de un meticuloso domingo bis


Todo lo que, sobrando, no alcanza para dormir tranquilo.

La infinita espera al momento culmine del veneno.
El risueño auge del silencio desesperado.
La absurda oferta ocular cotidiana.
El querer, el poder y el puto entender.
El lascivo intento de inventar un cuento.
Las deshoras, cómo no.
El miedo irracional al almanaque.
La amabilidad idiota que nace y muere en la puerta de un bar.
Los pasos largos en tiempos cortos.
Aquelarres de entrenoches.
La textura de la arena en una memoria caduca.
El punto y coma en peligro de extinción.
Las intrigas intencionales y las intrigas que se comen al estómago.
El estómago.
El “no tan preparados, listos, ya”.
El “Por qué” enemistado brutalmente con el “porque”.
La palabra “Brutal”, claramente (y las muletillas, claramente).
La acidez disparada hacia lo más alto.
El eterno conflicto con las causalidades de mierda.
El efecto tardío del alcohol. El alcohol. El vaso, los vasos. Vaya uno a saber qué otra puta cosa.
El tan jodido punto final, lejano y descuidado (desnudo y en lo oscuro?).
Mi edad y la hora como integrantes de un panorama poco alentador.
Las sandeces.
El inoportuno espacio.
El espacio. El espacio. El espacio.
La reciprocidad, falta de adjetivos muy a propósito.

… Y no sé qué más, porque finalmente logré conciliar el sueño.

[Luk y no tan Luk]

sábado, 20 de agosto de 2011

Las fuerzas imprevistas...



Te conocí en dos minutos y quise mucho más
Aunque nos teníamos de vista
Las fuerzas imprevistas
Nos hicieron bailar el vals del destino
Y la vida tomo color y gano en sentido
Una vez más;
Siempre me sorprende
Como se van algunas gentes
Y otras aparecen
De repente y especial.
Te conocí en dos minutos y ya sabía
Que un tipo de magia revoloteaba por sobre el sofá
Era un tango fusionado
Un color emancipado
Mil palabras, dos minutos y un inevitable final
Que llegó, como siempre suele hacer
Hasta cuando, no lo sé
Y en esa noche de sueños impares
Un cielo se nos adelantó para que lo podamos ver
Y entender
Que el mundo es el mismo siempre diferente
Que los ojos cambian tanto como cambia la gente
Y que una esquina termina
Siendo una varita mágica
Y explotando, como debe ser.


[D. S.] http://www.lapaginaquenoesdepapel.blogspot.com

Beware the Jabberwock, my son!





Twas brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe;
All mimsy were the borogoves,
And the mome raths outgrabe.

'Beware the Jabberwock, my son!
The jaws that bite, the claws that catch!
Beware the Jubjub bird, and shun
The frumious Bandersnatch!'

He took his vorpal sword in hand:
Long time the manxome foe he sought--
So rested he by the Tumtum tree,
And stood awhile in thought.

And as in uffish thought he stood,
The Jabberwock, with eyes of flame,
Came whiffling through the tulgey wood,
And burbled as it came!

One, two! One, two! And through and through
The vorpal blade went snicker-snack!
He left it dead, and with its head
He went galumphing back.

'And hast thou slain the Jabberwock?
Come to my arms, my beamish boy!
O frabjous day! Callooh! Callay!'
He chortled in his joy.

'Twas brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe;
All mimsy were the borogoves,
And the mome raths outgrabe.

jueves, 18 de agosto de 2011

Claro está... (bis)

Ya iban casi treinta minutos de espera, cuando mi insistente curiosidad me impulsó a bajar del tren. Prendí un cigarrillo y me dediqué algunos minutos a observar a toda esa gente alborotada por el desconocido suceso. Aún nos eran ajenos los motivos por los cuales hacía más de treinta minutos que estábamos varados en una de las peores estaciones para estar varados, y en hora pico. Casi se podía oler el deseo inmediato de todos los pasajeros de llegar a sus casas urgentemente, luego de un arduo día de trabajo que sus rostros dejaban en evidencia.
El fastidio comenzaba a golpear las ventanas, ya empañadas por suspiros de impaciencia. Por supuesto, no faltó el episodio en que empezaron a circular todo tipo de historias relativas a los motivos del retraso. Algunos se encargaban de merodear por los vagones distribuyendo sus versiones con absoluta seguridad y total impunidad: “Dicen que se mató uno a dos estaciones de acá”, “Se descompuso el chofer, pobrecito”. Lo cierto es que nunca nadie parecía manejar datos certeros en cuanto a las fuentes de información.
Dadas las circunstancias, nadie tardó en encontrar aliados y complotarse verbalmente contra el tren en cuestión, la empresa de transporte, y (como no podía ser de otra manera) contra el gobierno. La mayoría se desenvolvía con furia y poco a poco la estación se poblaba de sentimientos de unidad ante el inesperado infortunio.
Creo que ya me estaba aburriendo, por lo que me puse a intercambiar opiniones con una chica: qué bronca que siempre pasen estas cosas, que la comida de la noche, que el día fue fatal, que el cigarrillo te termina matando. Aceptábamos sin vacilar el hecho de sumirnos en ese tipo de conversaciones netamente banales porque parecía que el tiempo no iba a sugerirnos cosas mejores.
Ya pasados al menos veinte minutos más, decidí considerar seriamente la opción de irme. No sabía dónde estaba (no lo sé en el 90% de los casos), así que pregunté a alguien que andaba por ahí. De la extensa nómina de calles que me fueron mencionadas, recordé únicamente la palabra “plaza”, supongo que porque era la única que me era familiar.
En cuanto enfilé hacia la plaza, aún sin entender muy bien a dónde iba y rogando que apareciera un colectivo de número conocido, descubrí que aquella chica con la que había intercambiado unas palabras, me estaba siguiendo. La noté perdida, por lo cual me detuve a explicarle que yo no era precisamente a quien ella tenía que estar siguiendo si quería llegar a su casa. No se bien cómo, pero, como por arte de magia apareció una segunda chica a mi derecha, portando una guía en su mano. Mi explicación cesó al instante, no tanto por la chica, sino por la guía (tengo la mala costumbre de comprarme guías y dejarlas en mi casa. A veces pienso que muy en el fondo me gusta perderme).
La chica aseguró saber qué colectivo tomar, pero dijo que le daba miedo cruzar la plaza sola, así que las tres hicimos algo así como un pacto en el que, si nos movilizábamos juntas, todas recibíríamos lo que necesitábamos (ella compañía, yo información y la otra chica quién sabe qué buscaba y si efectivamente buscaba algo). Así que la primer chica me siguió, mientras yo seguía a la otra.
Caminamos bastantes cuadras, hasta el punto de decidir que era mejor dejar de contarlas. El paisaje que proveía esa estación de tren parecía no ofrecer signo alguno de civilización. Pero ya no me preocupaba, la situación hasta llegó a resultarme divertida.
La caminata fue algo confusa: los primeros pasos transcurrieron en lo obvio, comentarios sobre lo sucedido y expresiones de bronca, pero el asunto poco a poco se fue agotando y hubo que hablar de otras cosas. Por supuesto, todas contábamos datos muy superficiales de nuestras vidas y de cada cosa que se decía surgían comentarios de lo más idiotas y sobreentendidos. De a ratos, algún que otro silencio ocupaba el espacio, y ni siquiera resultaba incómodo simplemente porque no sabíamos quienes éramos.
Finalmente, encontramos la parada de colectivo. Festejamos efusivamente, y subimos. Claro que la emoción ya no era la misma cuando descubrimos que todavía faltaba un largo tramo para dar por finalizada la ineludible desventura.
El colectivero preguntó “tres de 1,25?” “no, uno”, respondí yo, que había subido primera. Asumí que para el afuera íbamos juntas. De hecho, asumí que existía un afuera y un adentro (donde estábamos nosotras, compartiendo una experiencia un tanto extraña). Algo nos había unido muy en contra de nuestra voluntad pero era inevitable, y por unos ratos más iba a seguir siéndolo.
Fue difícil evitar las conversaciones más profundas, ya que no había nada más para hablar acerca de lo sucedido. En algún momento, sin éxito, hasta se comentó sobre un perro que veíamos por la ventana: “qué perro feo el salchicha, no hay con qué darle”, y sonreímos asumiendo un compromiso claramente inexistente.
Naturalmente, procedimos a hablar del trabajo, los estudios, los novios y el cansancio cotidiano. También hablamos del pasado y un poco del futuro. Probablemente nos sentimos libres de inventar: éramos conocidas hasta descender del colectivo. Al día siguiente nos habríamos olvidado de todo.
El viaje duró tanto, que hasta se generaron debates políticos y religiosos (pese a mis frustrados intentos de evitar tales universos). Quizás hasta haya llegado a repudiar la forma de pensar de una, y al rato “quererla” de nuevo. Quizás hasta haya llegado a sentir cariño por la madre de la otra, a juzgar por la descripción. Todo era extraño, pero lentamente se iba volviendo natural.
Finalmente, me bajé primera. Nos saludamos como si fuéramos amigas de toda la vida y esbozamos por lo bajo un “nos vemos” engañoso. Ni siquiera llegué a saber sus nombres.
Caminé por las cuadras oscuras, fumándome otro pucho, pensando en que está bien dejar las cosas donde están. El mundo cambia terriblemente cuando la tierra se corre apenas unos centímetros.

(Luk)

sábado, 13 de agosto de 2011

Dicen que dicen...

Dice que hay que mirar al cielo, por si a los ojos se les escapan las historias del más arriba.
Dice que es mejor evitar los amaneceres prematuros el día domingo (a
veces también dice que, en lo posible, es mejor evitar el día domingo).
Cuenta que la poesía es más certera cuando nace de las sábanas de hostil invierno (tal vez haya mencionado que el mes de agosto alberga vientos brutales).
Dice que, cada veinte noches de luna llena, los centauros juegan a las escondidas.
Dice que rozar un brazo ajeno durante la puesta de un sol de un martes cualquiera, sabe a puñalada.

Dice lo que quiere, lo que imagina, lo que sueña, lo que inventa, lo que cree (y lo que no), lo que espera... Porque se cree libre.






((Luk))

miércoles, 10 de agosto de 2011

Mi más sentido lamento por una frase tan trillada usar, pero hoy muy cierto es que "Todo por algo sucede".