Elijah
era un niño libre. Respiraba la vida a través de los juegos en las veredas del
Este de Detroit. Hace algún tiempo decidió que estaba listo para regalar una
flor de su jardín a Jana. A lo largo de sus cortos tres años de vida, era la
primera vez que palpaba lo que todos llaman amor y que de niño es tan puro y se
conoce tan poco. Con ayuda de su madre, seleccionó la flor más bonita y la aprisionó
en su bolsillo, mientras peinaba con los dedos su cabellera desprolija y
apuntaba sus pies hacia el destino.
Elijah
era un niño libre, es cierto, pero la realidad es que no llegó a juntar ninguna
flor de su jardín. Muy tempranamente, le fue arrebatada la posibilidad de
conocer alguna mujer llamada Jana y enamorarse y jugar a la vida. Murió por un
disparo que sucedió accidentalmente por parte de otro niño de apenas once años,
quien había tomado del placard de su padre un arma y salido a jugar con ella.
En
Estados Unidos hay cada vez más niños que mueren a causa accidentes domésticos
con armas de fuego. Niños que alguna vez fueron libres como Elijah e igual de
libres como indica la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos: “A
well regulated militia being necessary to the security of a free State, the right of the People to
keep and bear arms shall not be infringed.”1
Cabe
cuestionarse si esas víctimas efectivamente fueron tan libres como sus
victimarios, quienes ejercieron sus derechos como buenos ciudadanos americanos
y apostaron a la tenencia de un arma quizás para preservar el derecho a la vida
o preparar a sus hijos para que se defiendan ante una eventual invasión de
dinosaurios, como muestra una campaña publicitaria en Estados Unidos.2
y el triste final consistió en el ejercicio de una libertad en cautiverio, en
la que no había otra salida sino la muerte misma, el destino obvio de una bala.
José
Carlos Rodríguez, en su texto “Ética y moral de la libertad de armas” menciona
que la posesión de un arma no predispone un uso ofensivo de la misma y se
explaya acerca de su naturaleza doble: ofensiva y defensiva.3 Resulta
2
interesante
evaluar este punto y preguntarse si existe en realidad un carácter defensivo ya
que cualquier situación de uso de un arma termina en una ofensa.
Todo
aspecto circundante en la argumentación a favor de la tenencia y/o posesión de
armas resulta ambiguo y, en muchos casos, contradictorio. Partiendo desde una
afirmación sencilla pero esencial en la cuestión, no es posible preservar la
vida a través de la muerte. Sencillamente y, a la vista de cualquiera, no es
posible dado el único uso efectivo del elemento en cuestión.
También
es importante desmitificar la creencia
popular de que las armas hacen a un pueblo libre e igual. La igualdad se rige
por la garantía de todos los ciudadanos a ejercer el derecho de ser hombres
libres; pero ser hombres libres se convierte en un peligro cuando tiene que ver
con la posibilidad de obtener un rifle con la única condición de abrir una
cuenta en un banco (como se muestra en la película documental “Bowling For
Columbine”).4 ¿Cómo se puede
estar seguro de que un individuo cualquiera con un rifle en sus manos ejercerá
su libertad responsablemente?
Rodríguez
también expone que a mayor libertad de armas menor es el índice de
delincuencia, pero cabe cuanto mínimo preguntarse si estos dos factores son
relacionables y comparables y si realmente existe relación proporcional alguna
entre ellos. En Japón, la legislación que respalda la tenencia y posesión de
armas es altamente rigurosa y para acceder a un arma de fuego se debe atravesar
un denso proceso que consta de asistencia a clases de tiro y obtención de
licencias, entre otros pasos. Es decir, en Japón, es muy complicado el acceso a
las armas. Sin embargo el número de crímenes avanza en forma decreciente desde
hace once años.5
Las
armas confieren status de poder, la posibilidad de estar al mando por poseer
algo que otro no, colocándolo en una posición de inferioridad. Se trata de una
dinámica de invasor e invadido, de represor y reprimido, en la que el discurso
hegemónico está definido por aquel que tiene en sus manos la posibilidad de
decidir sobre la muerte. Claro que, en este sentido, puede que suene un timbre
conocido y es el de la cultura norteamericana, pero ese es otro tema.
Luk.-
FUENTES
1- Constitución
de Estados Unidos, SEGUNDA ENMIENDA, Cornell University
Law School.
3- José
Carlos Rodríguez, “Ética y moral de la libertad de armas”, Disponible en: http://www.liberalismo.org/articulo/130/53/etica/moral/libertad/armas/
fecha de consulta: 24/08/2015
4- Bowling
for columbine, cine documental, Michael Moore, año 2002.
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