Resulta que
un buen día las conclusiones que a uno tanto le costaron alcanzar, son
desalojadas. Y un buen día resulta que ser incomprendida no está mal y es
razonable, y resulta que sería muy triste que el sujeto comprensivo termine por
comprender al objeto de comprensión tal como este se presenta. Claramente, es
demasiado improbable. Sin embargo, vuelve cada día la sensación de que nadie
entiende lo que uno está diciendo, y ahí está la clave: no hay necesidad de
decir nada sino más bien de silenciarlo. No es la forma de comprenderse, pero sí
de despojarse de la frustración. Es ahí cuando dos personas se encuentran, en
los silencios, donde probablemente no importa que se comprendan porque de los
pactos de silencio nace algo que va mucho más allá: la conexión. Si el silencio
no logra sustentabilidad suficiente como para trascender frente a cualquier
obstáculo sonoro, entonces ya no queda nada por hacer.
[Luk]
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