Que el 23 de septiembre es el fin del mundo, que no digas
boludeces, que la gente que dice “setiembre” me da por las pelotas pero más me
da por las pelotas la gente que no tiene corazón, que me hice amiga de lo
cursi, que Simona dice que hay que levantarse porque ya es de día y a mí tanto
sol me nubla la vista y levantarme es asumirme y para mí todavía es de noche, y
que la confianza es la base de cualquier vínculo, que me quedé sola en la
esquina, que sigo en la esquina, que odio la esquina, que trato de que no, que
no, que no debo, que me deseo hecha piedra, que me deseo, me culpo, me mastico
todos y cada uno de los pensamientos que emergen como navajas, y los transito,
y los abrazo, y que es curioso que la cantidad de desgracia sea directamente proporcional
a la cantidad de poesía, que en la adversidad encuentro palabras, que no puedo
expresarlas, que el lenguaje está en todos, que me quedé sin habla, que putear es liberador y si te digo “forro” es
porque te amo, que me conociste contradiciendo, que hice desastre y que soy un
desastre, “pero qué lindo desastre!”, que tenemos contratiempos pero también somos
contrapunto, y que tu música me gusta y nunca lo admití, que me siento fatal
pero por fin me siento… Que lo siento mucho, que arrepentirse es una cagada y
que ya me estoy arrepintiendo de lo que acabo de decir, que la cabeza me está
matando, que no creí que las manos fueran tan significativas y sin embargo es
un recuerdo que me pesa más que muchos otros, que hay recuerdos que me
sentencian a muerte, que estoy exagerando, que me conozco, que siempre fui
apocalíptica y que hoy “es el fin del mundo” – recuerdo- que hago mueca que se
suicida antes de ser sonrisa.
[ L H ]
[ L H ]
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