(Hace rato que no me acuesto con las palabras.
Las sigo usando, como vos y como todos, pero las cepillo muchísimo antes de ponérmelas) [J. C.].
… Plena espera.
El último banquito del andén siempre parece ser el más confiable
para sentarse a fumar un pucho, al menos para los que estamos convencidos de que el tiempo nos persigue tan ligero y nos mira tan de cerca, y entonces creemos que bajándonos por la parte de adelante del tren le robamos a la vida unos minutos...
… Y otro pucho, y tal vez un tercero, aunque ya
sin disfrute, sino más bien para encarrilar los pensamientos en el humo y
justificar el vicio.
Es bien
cierto que existe en mí una insistente propensión a sacar del bolsillo los “por
qué?” en cualquier ámbito relacionado con el tren, porque es el lugar donde me siento cómoda, donde me hallo, mi Sitio (como diría Castaneda). No encuentro una
mejor analogía con la vida misma: El sonido de la alarma que te avisa que estás
perdiendo el tren (pero que otro ha de llegar, eventualmente, y "así es la vida"), la vorágine que implica andar por ahí con todo ese resto de
semejantes, expuesto a cualquier acontecimiento de vaya uno a saber qué índole, el banquito del final del andén casi como un cómplice, la ventana
(después de todo, siempre queda la ventana)… Indiscutibles etcéteras.
Entonces ahí
es cuando pienso: Donc, Ergo, Dunque… Por
qué?
Y, como me
canso ante la repetida ausencia de respuestas y se torna vana la espera de alguna
grandilocuencia, muy de a poco (entre pitada y pitada), me convenzo de que la
pregunta es retórica. Pero resulta que en el fondo uno siempre sabe que la
respuesta reside en algún sitio, en el que no hemos buscado quizás por miedo a
encontrar, o sencillamente por no sentir el deseo de hacerlo.
(Desde que te conozco no hacés más que buscar,
pero uno tiene la sensación de que ya llevás en el bolsillo lo que andás
buscando) [J. C.]
Y ese saber
es la piedra dentro del zapato. Entonces uno, pese a haber aceptado
mentirosamente el aspecto retórico de la cuestión, muy en el fondo sigue
hurgando entre las posibles respuestas, y así es como se empieza a cavar hondo, y llega la nostálgia, y se corren
riesgos, y entonces llega el tren… Como si todas las partes de ese instante
pudiesen tranquilamente haberse trasladado a una sesión de psicoanálisis.
(Todo tan insuficiente, tan de más o de menos) [J. C.]
A propósito... Qué lindo estaba el cielo hoy!
[Luk]
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