sábado, 3 de junio de 2017

Viajeros

Lo que veo es al tipo que vuelve del trabajo, cuerpo cansado y arrugas en la frente, que tiene una vida mucho más compleja que la que muestra a través de esa expresión de desamparo que surge cuando mira por la ventana, todavía llevando a cuestas y repitiendo mentalmente, por inercia, las últimas palabras que escuchó en la oficina, soltándolas en cada parada de colectivo. La chica que aprovecha el viaje para olvidarse del mundo al momento de ponerse los auriculares, y se sumerge en un juego asociativo entre la melodía y el hombre al que ama pero que nunca va a ser su pareja, porque no, porque no corresponde, porque no es viable, porque tiene que decidir si comer pizza que sobró de anoche o volver a pensar en él o subir el volúmen. A la pareja que discute con vehemencia si el mejor súper poder es volar o viajar en el tiempo, y yo quiero decirles que viajar en el tiempo envejece, que vuelen juntos, pero él insiste y se ríen y después pienso que no importa tanto y también me río. Veo al chico que se encuentra con la casualidad de su vida cuando "por error" se baja en la estación "equivocada" y "sin querer" se choca con esa chica (y no con la que iba al lado) y "la puta madre, me equivoqué, fue sin querer, perdón" y qué lindo equivocarse así. También veo al poeta, que se sabe que es poeta porque anota frases en una libretita maltrecha que guarda y vuelve a sacar tímidamente al minuto porque se olvidó de decir algo para la posteridad, y que está convencido de que lo que está sucediendo es nada menos que la posibilidad de cambiar su destino para siempre ("y si bajo acá? y si sigo hasta Callao? y si la terminal es, contradictoriamente, donde empieza todo?").
También veo al que está convencido de que el tiempo lo persigue tan ligero y lo mira tan de cerca, y entonces cree que bajándose por la parte de adelante del tren le roba a la vida unos minutos...
Veo pasajeros, nada más.


[Luk]

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