Lo que veo es al tipo que vuelve del trabajo, cuerpo cansado y arrugas
en la frente, que tiene una vida mucho más compleja que la que muestra a
través de esa expresión de desamparo que surge cuando mira por la
ventana, todavía llevando a cuestas y
repitiendo mentalmente, por inercia, las últimas palabras que escuchó en
la oficina, soltándolas en cada parada de colectivo. La chica que
aprovecha el viaje para olvidarse del mundo al momento de ponerse los
auriculares, y se sumerge en un juego asociativo entre la melodía y el
hombre al que ama pero que nunca va a ser su pareja, porque no, porque
no corresponde, porque no es viable, porque tiene que decidir si comer
pizza que sobró de anoche o volver a pensar en él o subir el volúmen. A
la pareja que discute con vehemencia si el mejor súper poder es volar o
viajar en el tiempo, y yo quiero decirles que viajar en el tiempo
envejece, que vuelen juntos, pero él insiste y se ríen y
después pienso que no importa tanto y también me río. Veo al
chico que se encuentra con la casualidad de su vida cuando "por error"
se baja en la estación "equivocada" y "sin querer" se choca con esa
chica (y no con la que iba al lado) y "la puta madre, me equivoqué, fue
sin querer, perdón" y qué lindo equivocarse así. También veo al poeta,
que se sabe que es poeta porque anota frases en una libretita maltrecha
que guarda y vuelve a sacar tímidamente al minuto porque se olvidó de
decir algo para la posteridad, y que está convencido de que lo que está
sucediendo es nada menos que la posibilidad de cambiar su destino para
siempre ("y si bajo acá? y si sigo hasta Callao? y si la terminal es,
contradictoriamente, donde empieza todo?").
También veo al que está convencido de que el tiempo lo persigue tan ligero y lo
mira tan de cerca, y entonces cree que bajándose por la parte de
adelante del tren le roba a la vida unos minutos...
Veo pasajeros, nada más.
[Luk]
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