viernes, 1 de enero de 2016

Hay que desnudarse



Aunque haya decidido empezar el año profesando una curiosa libertad, las decisiones, muchas veces, no llegan a la par de los sentimientos. Me propuse pensar menos y ahí se disparó en mi cabeza una nómina de sinsentidos que hasta hoy no sabía que existían. Cuando se cree que en la vida ya queda poco que a uno lo sorprenda, es cuando se presentan los absurdos y las contradicciones.
Evaluando, entendiendo, la libertad conlleva este tipo de cuestiones. Si uno se dispone a quedarse livianito y dejarse llevar por cuanto sucede, también es libertad, libertad apasionada, y esto trae consecuencias, y no asumirlas es asumirlas cobardemente, está claro. ¿Pero cómo es posible que sea más sensato abrir el paraguas antes de que llueva? Nosotros no somos ni siquiera de los que llevan paraguas.
Siempre estuve convencida de que uno no encuentra lo que no está buscando, pero me sucede, cada vez con mayor frecuencia, que ya no significa un pendiente importante saber por qué. Pasa lo que pasa, llega lo que llega. Tomarlo, dejarlo, casi siempre da lo mismo. Eventualmente, sale la luna otra vez y estamos nuevamente sumidos en la vulnerabilidad de las profundas confesiones y después viene el “qué nos pasa” y el impulso, y el quedarse ahí mismo, incluso cuando ya nos fuimos y no estamos seguros si estuvimos o no.
Para ser libre primero hay que desnudarse.

>> Luk <<

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