martes, 31 de mayo de 2016

Otra

Es cierto. Me pierdo seguido. Pero no es algo que busque ni que anhele desesperadamente, como suele parecer. Simplemente, de forma inesperada, hay momentos en que todos los elementos de un día cualquiera se conectan de forma tal que desembocan en un panorama terrible y confuso. Y me gusta, me conmueve . Y ahí es que me aventuro (sobre todo si llueve) a ser otra. A ser la que no se salva nunca y que juega a tomar caminos que de no ser otra no tomaría, y a encontrarse con resultados que nunca resultarían, y enfrentar abismos que quizás serían muros, y abrazarlos como si fueran olas. Y ahí me debo a la vida, y me dejo caer y me destruyo y desespero en el medio de una calle de adoquines de una noche de tormenta en la que llueve también afuera… Y grito. Siempre grito. O siempre pienso que me gustaría ser la que grita y se deja caer y se destruye y desespera.
… Y después volver no sé a donde, empapada en cosas y tiempos y espacios. Y fumar un pucho y ahuyentar el humo y tocarme la frente como cuando se está cansado hasta de tener frente. Y, irremediablemente, ya no vuelvo a ser yo, nunca vuelvo a ser yo.


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