Es cierto. Me pierdo seguido. Pero no es algo que busque ni
que anhele desesperadamente, como suele parecer. Simplemente, de forma
inesperada, hay momentos en que todos los elementos de un día cualquiera se conectan
de forma tal que desembocan en un panorama terrible y confuso. Y me gusta, me conmueve . Y ahí
es que me aventuro (sobre todo si llueve) a ser otra. A ser la que no se salva
nunca y que juega a tomar caminos que de no ser otra no tomaría, y a encontrarse
con resultados que nunca resultarían, y enfrentar abismos que quizás serían
muros, y abrazarlos como si fueran olas. Y ahí me debo a la vida, y me dejo
caer y me destruyo y desespero en el medio de una calle de adoquines de una
noche de tormenta en la que llueve también afuera… Y grito. Siempre grito. O
siempre pienso que me gustaría ser la que grita y se deja caer y se destruye y desespera.
… Y después volver no sé a donde, empapada en cosas y
tiempos y espacios. Y fumar un pucho y ahuyentar el humo y tocarme la frente
como cuando se está cansado hasta de tener frente. Y, irremediablemente, ya no vuelvo a ser yo, nunca vuelvo a ser yo.
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