Su sentido de la vida se
parece al mecanismo de su mirada. A veces tiene una efímera conciencia de que
cada tantos segundos los párpados interrumpen la visión que su conciencia ha
decidido entender como permanente y continua; pero casi de inmediato el pestañeo
vuelve a ser inconsciente, el libro o la manzana se fijan en su obstinada
apariencia. Hay como un acuerdo de caballeros entre la circunstancia y los
circunstanciados…
[J. C.]
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