domingo, 22 de julio de 2012

Y si soñamos, fue con realidades…


 Esa extraña sensación al descubrir que la felicidad puede, tranquilamente, estar conectada a lo efímero, a lo finito, y entonces, de repente, uno se aferra a la cinta de Moebious, porque la idea de volver a lo mismo no está tan mala.
Y volver a lo mismo cuantas veces sea necesario, antes de tener que pararse frente al mundo y tomar la decisión (o no) de atravesar el precipicio.
Y volver a lo mismo, sin pensar en eso mismo, porque uno nunca debería partir pensando en la vuelta.

Y, desde la cama, uno hace desaparecer las circunstancias casi con el chasquido de los dedos, y después uno también hace desaparecer el chasquido de los dedos, porque la evidencia de que uno está soñando puede resultar peligrosa.
Y uno también desaparece, por un rato. Un rato en el que está prohibido chequear el reloj…

… Hasta que, sin saber qué hora es, se sabe que es hora de volver… Y lo único que resta es preguntarse qué harán las personas que viven dentro del espejo cuando uno se haya ido (o se halla ido, porque también puede suceder).
Y así se vuelve, lentamente, a transitar la cinta.


“Hay una desesperada necesidad, casi diría una obligación, de marcar al otro, a la otra, aunque sea con los dientes… Dejar una marca propia es cosa de vida o muerte, o de muerte solamente, porque la intención subterránea es traspasar la muerte, es seguir existiendo después del fin.” [M. B.]



[Luk]

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