"El ruso Salzman, en tiempos de decadencia profesional, solía levantar
quiniela en el bar Quitapenas. La principal característica de este café
era el aburrimiento. Su clientela estaba integrada por señores mayores,
taciturnos, mezquinos, que encontraban cierta serenidad en la repetición
de acciones. No había vínculos de amistad entre ellos. Ni siquiera
compartían una diversión o un vicio: los unía un horario, un hábito
banal. A pesar de estas frialdades, existía la costumbre de conversar de
mesa a mesa. A nadie le importaba mucho lo que se decía. Más bien se
trataba de ir construyendo un discurso hecho de entonaciones que hacían
sospechar alguna clase de significado: a una enunciación sucedía una
queja enfática. Después venía una risa burlona que indicaba que el mundo
era una insensatez y que los parroquianos del Quitapenas lo habían
descubierto. La charla solía rubricarse con un filosófico es al pedo, inciso taoísta que parecía propugnar la inacción como respuesta beligerante."
[A. Dolina/ Cartas Marcadas]
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