jueves, 10 de febrero de 2011

Dulce Nostalgia

"Anoche soñé con el panadero de mi barrio, el nunca bien ponderado Carlitos. Estaba de visita con mi hermano por Tablada y nos resultaba insultante no pasar a saludarle. Por casualidad onírica, amanecimos a cincuenta metros del local, promediaba alguna hora impar de la tarde y el clima pasaba desapercibido. Entramos a saludar, Carlos nos recibió a ambos con un abrazo y una sonrisa incontenible. Al verle por primera vez noté que los años, nunca mejor dicho, le habían pasado factura. Facturas comimos, nomás, hambrientos de nostalgia ante los churros con azúcar y rellenos de dulce de leche que nos ofreció animosamente.

Pasó un rato largo que acortamos entre anécdotas por no perder la costumbre. Carlos nos contaba que el negocio le estaba yendo muy bien, mientras nos paseaba por el mismo exhibiendo un amplio comedor con sillas y mesas a modo de restaurante que había incluído al ampliar el local. Luego nos ofreció cenar con él y su esposa, a lo que mi hermano y yo accedimos. Nos ofreció de beber todo lo que había a disposición, a comer lo que quisiéramos. Nos trató con una sonrisa cándida y agradable en todo momento. Los cuatro cenamos y conversamos gustosamente en un ambiente de absurda bonanza sentimental.

En un momento de la conversación, la cual no sé recordar, Carlos hablaba de su matrimonio y de su visión del amor. En ese momento me sorprendí esgrimiendo una frase que dejó encantado al artesano. Me respondió al golpe de una sonrisa sincera, profunda, y a punto estuvo de hablar cuando empezó a sonar "Wonderland" de mi despertador. En medio del letargo me encontré meditando semi despierto y me preguntaba por qué no mis seres queridos, por qué no mis amigos de la infancia y sí el panadero de la esquina. Por qué las facturas y recuerdos desconocidos y no el vendaval de reminiscencia que guardo en algún cajón de la memoria.

Algo me hizo repetir la frase que pronuncié en sueños: "las caricias no se deben planificar, uno debe sorprenderse a sí mismo haciéndolas". Por qué será, Buenos Aires, que siempre me hacés cosquillas allí donde bajo la guardia, cuando no me animo a recordarte, cuando no me canso de perderte."



J. Lombardo

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