
Dale Luk, contale al caluroso invierno. Contale la historia que escondes debajo de tu cama. Explicale por qué tu cuerpo queda solo cada noche, enredado entre tus sábanas, frío y muerto, mientras vos, desnuda entre la niebla, corres por los tejados hasta encontrar ese otro cuerpo…
Contale que ella se iba cada noche, se llevaba consigo algunas cosas en el bolsillo y corría desesperada. No le importaba cruzar los semáforos en rojo y tampoco le preocupaba pasar por debajo de las escaleras. Ella corría como una loca, ella y todas las demás que habían de ella corrían a la par. Y había noches en las que parecía que no llegaban nunca a destino, hasta que por fin tocaban colchón. SU colchón. El colchón de él. Y se metían bien adentro de la cama, y entre la goma espuma y su pelo, el pelo de él, jugaban toda la noche hasta quedarse dormidas.
Ella nunca quería despertar, nunca quería volver, pero resultaba inútil, pues aun durmiéndose encadenada bajo llave a la cintura de él, ella siempre amanecía otra vez consigo misma, más desnuda que al haberse ido. Amanecía al lado de su propio cuerpo, un cuerpo invernal al que tenia que utilizar para levantarse y encarar al sol. Un cuerpo al que podía tocar y que era áspero como todo lo que se tocaba cuando era de día, como todo lo que la gente decía que era real… No era como cuando ella, en su huida nocturna y clandestina, lograba tocarlo a el. Porque lo tocaba por dentro… Ella apretaba las manos contra la espalda de él y lo lastimaba y se lastimaba y todo siempre era suave y fuerte. A veces, luego de un rato, dolía un poco. Se mataban... Pero se mataban con ternura. Entre sus piernas lascivas escribían historias de madrugada y las plasmaban con besos y orgasmos, y no dejaban nunca, pero nunca, que los cuentos lleguen al papel.
Creo que me queda bastante claro que los hechos y/o personajes son ficticios…
Acabo de despertarme en mi cama, con los pies fríos y maldiciendo al reloj despertador, al invierno, a la almohada y a mis manos… Llenas de sangre. Pero ya estoy acostumbrada, es todas las mañanas lo mismo: Bajo las escaleras, todavía entre sueños, me lavo las manos, miro al cielo con nostalgia en algún que otro momento y, cuando empieza a obscurecer, comienzo a planear el asesinato.
Contale que ella se iba cada noche, se llevaba consigo algunas cosas en el bolsillo y corría desesperada. No le importaba cruzar los semáforos en rojo y tampoco le preocupaba pasar por debajo de las escaleras. Ella corría como una loca, ella y todas las demás que habían de ella corrían a la par. Y había noches en las que parecía que no llegaban nunca a destino, hasta que por fin tocaban colchón. SU colchón. El colchón de él. Y se metían bien adentro de la cama, y entre la goma espuma y su pelo, el pelo de él, jugaban toda la noche hasta quedarse dormidas.
Ella nunca quería despertar, nunca quería volver, pero resultaba inútil, pues aun durmiéndose encadenada bajo llave a la cintura de él, ella siempre amanecía otra vez consigo misma, más desnuda que al haberse ido. Amanecía al lado de su propio cuerpo, un cuerpo invernal al que tenia que utilizar para levantarse y encarar al sol. Un cuerpo al que podía tocar y que era áspero como todo lo que se tocaba cuando era de día, como todo lo que la gente decía que era real… No era como cuando ella, en su huida nocturna y clandestina, lograba tocarlo a el. Porque lo tocaba por dentro… Ella apretaba las manos contra la espalda de él y lo lastimaba y se lastimaba y todo siempre era suave y fuerte. A veces, luego de un rato, dolía un poco. Se mataban... Pero se mataban con ternura. Entre sus piernas lascivas escribían historias de madrugada y las plasmaban con besos y orgasmos, y no dejaban nunca, pero nunca, que los cuentos lleguen al papel.
Creo que me queda bastante claro que los hechos y/o personajes son ficticios…
Acabo de despertarme en mi cama, con los pies fríos y maldiciendo al reloj despertador, al invierno, a la almohada y a mis manos… Llenas de sangre. Pero ya estoy acostumbrada, es todas las mañanas lo mismo: Bajo las escaleras, todavía entre sueños, me lavo las manos, miro al cielo con nostalgia en algún que otro momento y, cuando empieza a obscurecer, comienzo a planear el asesinato.
Luk
Okuss
ResponderEliminaresta muy chevere tu blog...
segui posteando guapa....
ahi te dejo para que lo cheques:
www.tumentepoderosa.blogspot.com
fer