
Me costó horrores agarrar la birome, teniendo en cuenta unos cuantos previos errores. Caminé un rato indescriptiblemente largo por el pasillo, y luego dediqué algunos minutos de mi tiempo al patio mojado e impregnado del bendito domingo en pantuflas. Todo estaba vacío… incluso yo misma, y el paquete de cigarrillos casi recién comprado.
Entre el humo y las macetas, repasé de formas varias lo que quería escribir y cómo hacerlo… Y de hecho, entre cada oración pienso y no hago más que hundirme en eternos sinónimos que probablemente no van a servirme. No hay forma. No hay caso.
La cuestión es dejar en claro que nada cambió… Pero no estoy segura de la intención.
Sigo siendo la chica de pelo mojado, que se instala a las 9 de la mañana en la puerta de la facultad. Sigo fumando, ahí mismo, el cigarrillo que me inicia en la jornada del fumador activo… Nada más que ya no me apuro. O no me apuro tanto. O me apuro despacito. O a lo mejor espero… Que las casualidades me lluevan como bombas nucleares y por fin pase algo que haga que las cosas de la vida y los juegos azarosos que trae a veces el viento, nos crucen. Nos crucen no cruzados. Pero nunca pasa nada de eso… Entonces termino el cigarrillo, lo piso con furia asesina, y entro. Me apuro. Y subo las escaleras, rápido y tarde. Y las clases se consumen y las cosas me consumen.
Y, otra vez las escaleras ahí, como siempre y como nunca antes. Y bajo. Y es ahí cuando tal vez te veo, y quizás nos miramos, y es como era antes, pero ahora… Ahora que existe un átono “Hola, cómo estás?” que antes era tácito y a los gritos, lleno de misterio. Ahora que no hay respuestas que importen, en tanto que se han tornado preguntas asquerosamente retóricas. Por eso sigo caminando hasta la puerta, como si todo lo ocurrido fuese algo natural, y arrastrando los talones, llenos de nostalgia.
Me gustaba antes, mientras faltaba todo, porque faltaba que llegue y no faltando, como ahora, que ya estuvo y se fue.
A veces me da por suponer que nos reímos mucho de golpe… Antes de tiempo. Es más, ahora que me acuerdo, casi en el final, se daba de forma recurrente el mismo diálogo:
“De qué te reís?”
“No me río!.. Sonrío.”
… Y me pensaba conforme y no preguntaba nada más, un poco por las dudas y otro poco por las certezas. Pero era eso. Si, se estaban acabando las risas. Se nos estaban escapando de los dientes, las muy hijas de puta.
Creo que tenes razón… La lluvia de domingo es para pasarla de a dos (o para morir).
La cuestión es dejar en claro que nada cambió… Pero no estoy segura de la intención.
Sigo siendo la chica de pelo mojado, que se instala a las 9 de la mañana en la puerta de la facultad. Sigo fumando, ahí mismo, el cigarrillo que me inicia en la jornada del fumador activo… Nada más que ya no me apuro. O no me apuro tanto. O me apuro despacito. O a lo mejor espero… Que las casualidades me lluevan como bombas nucleares y por fin pase algo que haga que las cosas de la vida y los juegos azarosos que trae a veces el viento, nos crucen. Nos crucen no cruzados. Pero nunca pasa nada de eso… Entonces termino el cigarrillo, lo piso con furia asesina, y entro. Me apuro. Y subo las escaleras, rápido y tarde. Y las clases se consumen y las cosas me consumen.
Y, otra vez las escaleras ahí, como siempre y como nunca antes. Y bajo. Y es ahí cuando tal vez te veo, y quizás nos miramos, y es como era antes, pero ahora… Ahora que existe un átono “Hola, cómo estás?” que antes era tácito y a los gritos, lleno de misterio. Ahora que no hay respuestas que importen, en tanto que se han tornado preguntas asquerosamente retóricas. Por eso sigo caminando hasta la puerta, como si todo lo ocurrido fuese algo natural, y arrastrando los talones, llenos de nostalgia.
Me gustaba antes, mientras faltaba todo, porque faltaba que llegue y no faltando, como ahora, que ya estuvo y se fue.
A veces me da por suponer que nos reímos mucho de golpe… Antes de tiempo. Es más, ahora que me acuerdo, casi en el final, se daba de forma recurrente el mismo diálogo:
“De qué te reís?”
“No me río!.. Sonrío.”
… Y me pensaba conforme y no preguntaba nada más, un poco por las dudas y otro poco por las certezas. Pero era eso. Si, se estaban acabando las risas. Se nos estaban escapando de los dientes, las muy hijas de puta.
Creo que tenes razón… La lluvia de domingo es para pasarla de a dos (o para morir).
Luk
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